
LOS HIJOS DEL CUARTO SOL
“De todo árbol del huerto comeréis, menos del árbol del medio del Edén, árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que de él comiereis, ciertamente moriréis”.
«Génesis»
Se han recopilado datos y testimonios a lo largo de toda la historia envueltos en cuentos, mitos, leyendas de los cuales muchos de ellos para nuestra sorpresa han resultado reales.
Según la tradición andina Viracocha es el dios responsable de la creación de todo lo que conocemos y también el responsable de un «diluvio universal» que destruyó a una raza de gigantes que el mismo creó.
Se cuenta que mucho antes de que la raza humana poblará la tierra existieron dos civilizaciones muy avanzadas que habían llegado de otras galaxias al planeta por aquel entonces nombrado Gea para vigilar el desarrollo del linaje terrenal que se desarrollaba por generación espontánea.
Estas dos civilizaciones eran la Atlántida y la Lemuria que se establecieron en la tierra huyendo de una guerra que se había desatado.
Los Lemurianos creían que el firmamento era un manto de agua cristalina dividida en dos capas sostenidas por templos de cristal construidos para proteger la tierra de la radiación solar entre otras cosas, se instalaron en la zona sur del planeta mezclándose con los indígenas distribuyéndose en cinco pueblos cada uno con un don donde vivieron en armonía por mucho tiempo.
Lemuria se encontraba en pleno apogeo junto con la Atlántida que se habían instalado en la parte norte del planeta, pero los Lemurianos advirtieron a los Atlantes de no utilizar armas nucleares ni hacer experimentos genéticos con la estirpe de la Tierra, esto ocasionó permanentes conflictos entre ellos que provocaron que los sabios lémures como protectores de Gaya se prepararan para construir un complejo sistema de túneles para proteger allí parte de su población y guardar mucha información que como guardianes del planeta poseían y que archivaron en cristales antes de que se desencadenara una guerra de grandes dimensiones que destruyó ambas civilizaciones.
Las leyendas cuentan que después del maremoto que destruyó su pueblo los hombres de la luz “los guardianes de la galaxia” se trasladaron a la recién formada cordillera andina y crearon un templo lumínico energético cerca del lago Titicaca “la hermandad de los 7 rayos” y enseñaron a los descendientes lémures a tejer una red mecatrónica qué separaba la luz de la oscuridad y qué devolviera a los hijos planetarios su derecho a ser hijos galácticos y pedir al universo la salvación del planeta.
El pueblo guaraní mucho más antiguo que el Inca fue el encargado de proteger sus secretos en La Laguna de Plata que era el lugar donde se reunían las sacerdotisas en luna llena para leer las leyendas sagradas y fue justo ahí fue donde se gestó la leyenda de la pareja cósmica Del Sol y la luna que regresan cada giro cósmico para ayudar a la evolución planetaria.
Los hijos del Tercer Sol, Los Lémures eran una raza gigantesca hermafrodita de unos 4 y 6 metros de altura. Eran seres perfectos y sabios que vivieron en el continente “Mur”, en el océano pacífico en el cinturón de fuego sobre Malasia, Polinesia, Japón, filipinas y Nueva Guinea, estos seres tenían encarnados los dos aspectos dentro de sí, el femenino y masculino Se reproducían por gemación y eran regidos por el Arcángel Gabriel uno de los 7 Cosmocratores.
En la era de los dioses griegos se les llamo hermafroditas porque eran hijos de Hermes y afrodita, esta raza repartió la monada en dos almas. La Divina y la Humana.
La mónada es un término que se utiliza en filosofía griega para definir la “unidad” ya los antiguos filósofos desde Pitágoras a Platón y Aristóteles denominaban la mónada como el aspecto más primitivo de Dios.
Aquellos hermafroditas ovulaban y ese óvulo que se escapaba de sus ovarios venía a la existencia ya fecundado, pues eran varón y hembra, como puedes leer en la Biblia: “Dios creo a los hombres varón y hembra, varón y hembra los creó”. Se dice que en determinada época aquellos huevos se habrían y de allí salía una criatura que se alimentaba del Padre-Madre.
En el organismo humano está el testimonio de que un día la raza humana fue hermafrodita ya que las tetillas del varón son glándulas mamarías atrofiadas y el clítoris de la mujer es un falo masculino atrofiado y recogido con ligamentos nerviosos.
A través de millones de años esa raza se fue dividiendo en sexos opuestos, empezaron a nacer algunas criaturas con un sexo más desarrollado que otro hasta que llegó el día en que aparecieron las criaturas unisexuales y cuando esto sucedió, ya fue necesaria la cooperación para crear.
Por aquella época en la Lemuria, el acto sexual era sagrado y sólo se verificaba como un sacramento dentro de los Templos de Misterios, era otra edad y la humanidad no se había todavía degenerado.
Los mitos cuentan que los Lémures se convirtieron en pájaros y como testimonio de ello, hace poco tiempo en Bolivia descubrieron una pequeña raza de liliputienses que tenían entre 10 a 20 centímetros de estatura, hombres y mujeres pequeñitos que habitaban dentro de un poblado que parecía más bien una casa de muñecas.
De la noche a la mañana aquellos Liliputienses desaparecieron, tenían que escapar porque ya se habían convertido en un escándalo público cuando las multitudes iban a verlos así que se metieron en la Cuarta Vertical y se transportaron a otro lugar y allí quedó el pueblito aquél, según cuentan, debidamente custodiado por las tribus indígenas de aquel lugar.
Así pues, es cierto eso de que los “Hijos del Tercer Sol se convirtieron en pájaros “ya que escaparon volando.
Se comenta que estos hombrecitos fueron transformados en pájaros para de esa manera librarlos del sacrificio, razón que podría explicar no solo la desaparición de los mayas de manera súbita, sino la de aquel pequeño pueblo de liliputienses.
En esos momentos la tierra todavía se estaba gestando, necesitaba estabilizarse y se construyeron enormes templos que enseñaron que el hombre era símbolo de la sabiduría y la mujer símbolo del alma. Se cuenta que fue ahí donde se dio la historia de Adán y Eva
En realidad, la raza Lémur ya tenía forma física y precisamente aquí se dio la separación de los sexos por lo que para reproducirse surgió la necesidad de la cópula sexual, aunque no como lo vemos ahora, sino como un sacramento religioso.
Los Lémur tenían los poderes del alma muy desarrollados, la clarividencia, la telepatía, la intuición, la videncia y a pesar de que para reproducirse se unían sexualmente no violaban las leyes divinas que aparecieron justo en el momento en que se dio la separación de los sexos. No podían perder sus energías sexuales.
Esta raza dominaba el elemento Agua, pero para estabilizarse con la tierra se le asignó al ser humano una especie de apéndice o cola para que cumpliera la función de una antena que fue retirada por un error de cálculo a destiempo sobre la 3 o 4 sub-razas creando con ello el ego. El hueso del cóccix da fe de esto.
Actualmente, las tierras de esta raza yacen bajo las aguas del Océano Pacífico, lo que es Hawái, Honolulu, Australia y la isla de Pascual en Chile.
Los Lémures desarrollaron una gran civilización y un altísimo grado de cultura y espiritualidad, pero llego un momento que se degeneraron, desobedecieron la ley y fueron castigados y se crearon los Ángeles y Demonios.