¿Y a mí me llaman loca?
Innumerables veces se me ha tachado de “loca”, interpretando estas personas erróneamente el significado de las palabras, usando a su antojo y conveniencia la grandeza de la lengua.
Definición de Locura: Privación del juicio, acción inconsiderada e imprudente, atolondrada, irreflexiva y precipitada. ¿Yo soy todo eso?, que gran desgracia la mía seria ser cada una de esas palabras utilizadas con todos los efectos negativos que de ellas se generan cuando brotan de boca de personas que se consideran a sí mismas perfectas, pragmáticas y versadas en la gran escuela de la vida.
Individuos que creen estar en posesión de verdades absolutas, presumiendo de su gran criterio, y de vivir acorde a las modas, leyes y planteamientos de esta nuestra sociedad.
En realidad, ¿Por qué debería preocuparme la opinión que de mi puedan tener ciertos sujetos? Aquellos que se denominan a sí mismos observadores, y se presentan ante mi conceptuándose con el derecho de juzgadme o de incluso acribillarme con interminables y abrumadoras preguntas, invadiendo mi intimidad, pretendiendo con solo unas cuantas cuestiones poder averiguar en solo unos minutos, lo que a uno le ha costado tanto saber de si en todos los años que vive consigo mismo. ¿De verdad tengo que profesarme todos esos juicios? ¿Locura no es también un acto precipitado y no estudiado?, entonces ¿quiénes son los locos?
No alcanzo menos que reírme, y a la vez apenarme, mi trastornada alma se llena de tristeza si debo considerarlos a ellos “maestros”, y si así fuera, sería para mí el fin de mis ilusiones, fenecería la esperanza que siento en las personas y la grandeza y el privilegio que es para mí la vida. Y cuando hablo de Vida, me refiero a la palabra en sí, extendiéndome mucho más que al verbo vivir, que no es más que durar en cierta clase de vida, habitar o morar.
La vida, va más allá del propio verbo. Podría simplemente vivir, pero mis ambiciones son mucho más elevadas, ya que quiero tener VIDA, anhelo disfrutar de mi propia existencia, y estoy muy lejos de aceptar que nadie me diga si mi manera de actuar es políticamente correcta o no, no me conformo con alargar las cosas para que duren, deseo sentirlas, disfrutarlas, saborearlas mientras lo hagan, envidio la unión del alma y el cuerpo, expresarme con libertad, con actividad, con entusiasmo y alegría, y como no, también, aceptar las amargas experiencias para así poder disfrutar y apreciar las buenas.
Codicio correr riesgos y no me basta con ser una mera observadora desde un castillo en el aire sin decidirme nunca a escapar de mi cárcel de cristal por miedo a romperme, pretendo caerme para poder levantarme con más fuerza, en definitiva, me muero por tener VIDA. Una vida apasionante, divertida, emocionante, no persigo convertirme en una persona abstrusa, pusilánime y ahogarme en horas tediosas, retirada de las gentes y huiré si es necesario de todos los convencionalismos que me impidan disfrutar del regalo de mi tiempo en este mundo, me alejare de personas fluctuantes, criticonas, inflexibles o puntillosas que pretendan crecerse dando consejos que nadie les ha demandado, anhelo escoger mis propias metas, sacar mis propias conclusiones y no perder nunca de vista mis sueños, aunque parezcan colosales quimeras.
Pero para ellos yo soy la loca…
Pues si es así, pretendo que esa palabra no desaparezca de mi vocabulario. Si es verdad que soy ambigua, me deleito con mi mezcolanza, si es verdad que soy enigmática, me encanta mi confusión, si es verdad que estoy loca, me apasiona mi “sensatez por estarlo”.
El caso es…. ¿Y a mí me llaman loca?